Son las 11 p. m., y el día de Aaron ha estado repleto de actividades: la escuela, las tareas y las actividades después del horario escolar. Está cansado y sabe que podría irse a dormir. Sin embargo, aún no ha terminado la tarea. De modo que echa mano a los auriculares y a algo de cafeína.
La cafeína es el principal alcaloide del café y el que le confiere sus propiedades características. Se trata de una de las sustancias incluidas en los reglamentos de dopaje de todas las federaciones deportivas. En ellos aparece como una sustancia restringida, es decir, su uso está permitido siempre que no se llegue a una concentración de 12 microgramos por mililitro. Como este dato puede decir poco, hay que avisar de que unos pocos cafés pueden, dependiendo de su contenido en cafeína, producir este nivel de concentración en orina hasta dos-tres horas después de su ingestión.
La cafeína facilita la actividad intelectual y la creatividad, manteniendo despierto y en estado de alerta a su consumidor. En esta acción está también implicado un incremento de los niveles de adrenalina y noradrenalina.
Sin embargo, tiene una serie de efectos no deseados. Activa la secreción de noradrenalina, pero no ayuda a renovar la que se va agotando, por lo que después de un largo periodo de consumo (tras la toma de varios cafés en un mismo día) el organismo siente que necesita reposo y cae en estado de aletargamiento para reponer las energías gastadas. Si se vuelve a tomar café (es lo que se suele hacer al día siguiente, cuando se experimenta el cansancio), se va incrementando la dosis necesaria para conseguir los efectos deseados. Tarde o temprano la droga pasa factura.
Paradójicamente, aunque la sensación es de mayor energía, la realidad es que la cafeína agota la vitamina B1, encargada de transformar los carbohidratos ingeridos con la alimentación en energía. La conclusión está relacionada con el buen uso de cualquier droga (la cafeína es una de ellas): informarse bien, conocer lo mejor para nosotros y tomar las cantidades que nos beneficien, sin excedernos.
¿Te pusiste nervioso?
Muchas personas sienten que la cafeína les aumenta el estado de alerta mental. Las dosis más altas de cafeína pueden provocar ansiedad, mareos, dolores de cabeza y nerviosismo. La cafeína también puede alterar el sueño normal.
La sensibilidad a la cafeína (la cantidad de cafeína que producirá un efecto en una persona) varía entre las personas. En promedio, cuanto más pequeña sea la persona, menor es la cantidad de cafeína que se necesita para producir efectos secundarios. La sensibilidad a la cafeína se ve principalmente afectada por la cantidad de esta sustancia que una persona consume por día. Aquellos que regularmente consumen mucha cafeína pronto desarrollan tolerancia a esta sustancia, lo que significa que es posible que necesiten una cantidad mayor para conseguir los mismos efectos.
La cafeína es un diurético, por lo que hace que una persona orine más (haga más pis). No está claro si causa deshidratación. Para no correr riesgos, tal vez sea una buena idea no consumir grandes cantidades de cafeína los días de calor, durante las sesiones largas de ejercicios o en otras situaciones en las que puedes sudar mucho.
La cafeína también puede hacer que el cuerpo pierda calcio y con ello pérdida de masa ósea. El consumo de bebidas gaseosas que contienen cafeína y el consumo de café, en lugar de leche, pueden tener un impacto aun mayor en la densidad ósea y en el riesgo de desarrollar osteoporosis.
La cafeína puede agravar ciertos problemas del corazón. También puede interactuar con algunos medicamentos o suplementos. Si estás estresado o ansioso, la cafeína puede empeorar estos estados emocionales. Si bien la cafeína se utiliza para tratar las jaquecas, puede aumentar su intensidad en ciertas personas.
Fuente: http://www.drogasinteligentes.com/cafeina.html